Los hombres te siguen crucificando
Kazantzakis, Nikos
Los hombres te siguen crucificando
La voz estridente del tío Ladas se dejó oír de nuevo: ¡Matémoslo!... En aquel instante, golpes violentos aporrearon la puerta; todos enmudecieron y se volvieron hacia la entrada; se oyeron voces corajudas: ¡Abrid! ¡Abrid!... Es la voz del pope Fotis, gritó uno… No, es Yannakos, dijo otro; ¡los sarakineses vienen a quitárnoslo!... Sacudieron la puerta violentamente; los goznes rechinaron; se oía afuera un gran tumulto de hombres y mujeres… ¡Abrid, asesinos! ¿No tenéis miedo de Dios?... anatematizaba la voz del pope Fotis.
Los hombres te siguen crucificando
La voz estridente del tío Ladas se dejó oír de nuevo: ¡Matémoslo!... En aquel instante, golpes violentos aporrearon la puerta; todos enmudecieron y se volvieron hacia la entrada; se oyeron voces corajudas: ¡Abrid! ¡Abrid!... Es la voz del pope Fotis, gritó uno… No, es Yannakos, dijo otro; ¡los sarakineses vienen a quitárnoslo!... Sacudieron la puerta violentamente; los goznes rechinaron; se oía afuera un gran tumulto de hombres y mujeres… ¡Abrid, asesinos! ¿No tenéis miedo de Dios?... anatematizaba la voz del pope Fotis.