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100 1 _aPiñon, Nélida
245 1 0 _aAdeus
520 _aMe costó creer en la voz que, desde el otro lado del Atlántico, me anunciaba el fallecimiento de Carlos Fuentes. La noticia generó en mí tal incredulidad que insté a esa voz a que me la repitiera tres veces. Un número con una dimensión mágica, capaz, quién sabe, de disolver los efectos de una realidad que me dolía. Las Moiras del destino, que son tres, y cuyas acciones malévolas nunca se ausentan, insistieron, sin embargo, en afirmar que el escritor ya no se encontraba entre nosotros, que a partir de esa fecha deberíamos contentarnos con su obra y su memoria literaria… Me sumergí en el luto, que es una tradición de mi grey. El traje negro, en un sentido simbólico, posee la ventaja de servir para llorar por diversos muertos al mismo tiempo. Aquel, no obstante, que nos había dejado, encarnaba un hombre excepcional, instalado hacía mucho tiempo en el panteón de las Américas, la figura paradigmática de un escritor universal… Sujeta, con todo, a los dictámenes personales, prolongo mi tristeza y recuerdo preciosos detalles de la vida de Carlos Fuentes, de cuya riqueza nos hizo depositarios. Evoco su obra que perdurará, y aun sus gestos, su caminar apresurado, casi intemporal, su rostro parecido a un palimpsesto en el que se estampaban los rastros de las variadas civilizaciones que había estudiado a lo largo de su formación intelectual.
773 1 _tEste País. Tendencias y opiniones
_g255 (Jul. 2012), 22-26
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