000 | 01580 a2200133 4500 | ||
---|---|---|---|
035 | _a(janium)236971 | ||
005 | 20221115231233.0 | ||
998 |
_aHEME4 _b20100823 _zjanium |
||
008 | 100823e mx |||p r 0 b|spaod | ||
100 | 1 | _aCantú, Jesús | |
245 | 1 | 0 | _aSistemáticos los excesos del Ejército |
520 | _aLos ciudadanos Sandoval Íñiguez y Valdemar ejemplifican la intolerancia católica, que se funda en una manera de concebir la libertad humana y que es incompatible con aquella que se establece en democracia. Y la pregunta que debemos hacernos es si resulta sensato para una sociedad democrática tolerar a los intolerantes. Poner un límite a las barbaridades humanas de la Iglesia católica no es impedir que la gente que comparte sus dogmas se reúna libremente a celebrar sus creencias… No debemos engañarnos: El debate de estos días, y el que vendrá en los que siguen, no es entre quienes defienden el derecho de lesbianas y homosexuales a casarse y formar una familia, y quienes están en contra de ello. Es entre quienes están convencidos de poseerla Verdad e intentan imponerla al conjunto de la población, y quienes, en cambio, creen que todos los seres humanos tenemos la capacidad de discernir qué tipo de vida queremos llevar. En otras palabras, lo que saca de quicio a Sandoval, Valdemar y sus correligionarios es que el Estado reconozca a los ciudadanos autonomía para tomar sus decisiones. Por eso lo que ahora está en disputa es el lugar de la Iglesia católica en el espacio público. | ||
773 | 1 |
_tProceso. _g33, 1764 (Ago. 2010), 55-56 |
|
999 |
_c227912 _d227912 |