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100 1 _aHubard, Julio
245 1 3 _aEl santo de una ley impronunciable
520 _aLa ley… Pésimo estratega, pésimo funcionario, débil ideólogo, mal diplomático y político, beligerante, intransigente, el más honesto, el más generoso. Un hombre que falla en todas y al que cada derrota lo vuelve más invulnerable, inmune a la sospecha: cada vez más puro. La aureola de su fascinación crece con el fracaso… Uno, espectador, lector, se asoma al vértigo del enorme vacío que queda tras la implosión del Che Guevara: un hombre que vivió bajo una ley absoluta, fundada con él, anulada con él, delirada por miles de almas nobles, indescifrable. Era el personaje de una tragedia que no había sido escrita, un héroe que cumplió estoicamente con un destino que no había sido pronunciado por ningún oráculo. Convirtió el azar y el caos en una pura inexorabilidad, bajo una ley absoluta, tácita, impronunciable. Sólo sabemos, de la Ley, que exigía ser impecable y puro, y que convirtió al más feroz de los rebeldes en el mayor de los sumisos al ideal.
773 1 _tEste país. Tendencias y opiniones
_g82 (ene. 1998), 45-48
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