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El color de la música : sobre las cualidades de sus voces y de sus instrumentos

By: In: Istor 9, 34 (otoño. 2008), 108-115Summary: Es una metáfora usual: a los timbres sonoros se les atribuye cualidades propias del color. Háblase así de colorido orquestal y se da por sabido que una música ricamente orquestada (la de Berlioz, Rimsky o Ravel) rebosa color. Cuando un compositor traslada a la orquesta lo compuesto para un solo instrumento (el piano, por ejemplo), su operación se entiende como un tránsito del blanco y negro al juego de colores: la paleta orquestal es un lugar común en la literatura musical. En esa misma literatura, sin embargo, se da otra metáfora similar que rivaliza con la susodicha cuando se habla del color armónico. Parece que la armonía se concibe asimismo como colorido. Y uno se pregunta (si es que cabe): ¿cuál de esas dos metáforas es la más apropiada? O dicho de otro modo: ¿cuál es la más reveladora? Pienso que ambas lo son: bien entendido que la metáfora nunca es unívoca. Si lo fuera, no sería lo que es: imprescindible territorio del equívoco y estrategia del error que conduce, o al menos posibilita, el acierto.
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Es una metáfora usual: a los timbres sonoros se les atribuye cualidades propias del color. Háblase así de colorido orquestal y se da por sabido que una música ricamente orquestada (la de Berlioz, Rimsky o Ravel) rebosa color. Cuando un compositor traslada a la orquesta lo compuesto para un solo instrumento (el piano, por ejemplo), su operación se entiende como un tránsito del blanco y negro al juego de colores: la paleta orquestal es un lugar común en la literatura musical. En esa misma literatura, sin embargo, se da otra metáfora similar que rivaliza con la susodicha cuando se habla del color armónico. Parece que la armonía se concibe asimismo como colorido. Y uno se pregunta (si es que cabe): ¿cuál de esas dos metáforas es la más apropiada? O dicho de otro modo: ¿cuál es la más reveladora? Pienso que ambas lo son: bien entendido que la metáfora nunca es unívoca. Si lo fuera, no sería lo que es: imprescindible territorio del equívoco y estrategia del error que conduce, o al menos posibilita, el acierto.

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