Carbonell, Miguel

Derechos humanos y democracia: el vínculo indisoluble

El diez de junio de 2011 fue publicada en el Diario Oficial de la Federación una muy trascedente reforma constitucional en materia de derechos humanos. Se trata de un paso más en la dirección de asegurar el respeto a la dignidad humana de todas las personas y es, por lo tanto, una afirmación del carácter democrático del Estado mexicano. Hoy nadie defiende la idea de que la democracia se agota en el ejercicio del derecho al sufragio. Poder votar con libertad es indispensable para que un país se pueda considerar democrático, pero no es suficiente: hace falta respeto y garantía efectiva de los derechos humanos. La reforma constitucional de 2011, sin embargo, debe ser entendida en un contexto más amplio, del cual se desprenden cuestiones políticas, jurídicas, sociales, económicas e incluso académicas, que fueron determinantes para lograrla. De hecho, las modificaciones a la Carta Magna parecen una especie de certificado de validez respecto de las muchas cosas que han cambiado en México en las últimas décadas en materia de derechos humanos y democracia. El primer factor de cambio sin duda tuvo que ver con el rumbo de la transición democrática. México pasó en menos de treinta años de ser un país gobernado por un partido casi único, o en todo caso hegemónico, a un sano pluralismo que impactó en buena parte del territorio nacional.