González Mello, Flavio, 1967-
Tocó, huyó y lo pescaron
El hombre del Renacimiento no le tenía miedo a desarrollarse en todas las disciplinas que le pusieran enfrente, artísticas o no. Casos como el de Leonardo o Miguel Ángel, que se desempeñaban lo mismo como pintores, escultores y arquitectos que como poetas, chefs, ingenieros aeronáuticos, médicos forenses y un sinfín de oficios más, no se deben solamente al genio sino, en alguna medida, también al espíritu de una época en la que abarcarlo todo era aún concebible. En cambio, nuestra sociedad, y, sobre todo, nuestro sistema académico,hace rato que viene apostando por la especialización. El Da Vinci de hoy seguramente se habría doctorado en la Universidad de Milán con una tesis iconográfica sobre Madonnas y rocas en la pintura renacentista, su tratado de pintura habría sido rechazado por sus sinodales por carecer de suficientes citas que sustentaran sus afirmaciones; tal vez cocinaría pasta para sus amigos los domingos, y párale de contar. El trajín contemporáneo solo alcanza para que el artista tenga un hobby: generalmente, creerse experto en futbol.