Blanco, Alberto, 1951-

Sandra Paní: La flor del corazón

Decía Pascal, en sus célebres Pensamientos, que, la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: de no saberse estar quietos en su cuarto. ¿Qué necesidad hay, se preguntaba Pascal, de navegar o de sitiar una plaza? ¿Para qué emprender grandes viajes o aventuras de descubrimiento, digo yo, si la vida es el viaje mismo y basta la vastedad del lugar que ocupamos para descubrir todo lo que nos es humanamente posible descubrir?... Sandra Pani es una artista que comulga con estas ideas y así nos lo deja ver en su pintura. Quedarse quieta, observar, sentirse una con el lugar que ocupa, es una manera de ver el mundo que resuena armoniosamente con su propia naturaleza. Es por ello que, al menos hasta hace muy poco, no había sentido la necesidad de explorar en su pintura un universo que fuera más allá del lugar que ocupa el cuerpo. Su viaje ha sido una Ilíada alrededor de su cuerpo, a la vez que una Odisea que busca regresar al manantial de sus orígenes, al venero de sus sensaciones, al ojo de agua de la atención. Así, una y otra vez, Sandra se ha dibujado a sí misma sin descanso trazando con un lápiz o con un carboncillo el contorno de su figura, y explorando después, con distintos medios y materiales, en la profunda superficialidad de la pintura, el insondable mundo de las superficies interiores que nos constituyen.