Osorno, Diego Enrique, 1980-

¿Muerto, vivo? Simplemente, un desaparecido más

De traspié en traspié, las autoridades del municipio de Progreso, Coahuila, y de la Secretaría de Marina no atinan a desentrañar los entresijos de la operación fortuita del domingo siete en la que presuntamente fue abatido el líder de Los Zetas, Heriberto Lazcano, en un campo de beisbol llanero que ni siquiera tiene nombre. Menos aún saben explicar cómo desapareció el cadáver de una funeraria de la localidad coahuilense de Sabinas, donde lo raro suele ser lo normal. Y en el colmo de las paradojas, lo único que prueban las versiones sobre la muerte y desaparición de Lazcano es que si no encuentran el cuerpo, él seguirá vivo.