Pacheco, José Emilio

El cuento, el canto y la muerte de la prosa

En el principio fue el verso. Si el comienzo fue encantatorio, el latir del corazón materno que escucha el ser que está formándose, el ritmo sin palabras con que se adormece al bebé y con el que el mismo recién nacido trata de conciliar por sus propios medios el sueño, la continuación fue nemotécnica. Más fácil que, no te apresures, nunca te adelantes, es la memorización de, no por mucho madrugar, amanece más temprano... Los intentos de explicarse el incomprensible universo y de guardar lo que se va en el torrente del tiempo se hicieron en líneas medidas, como la imploración a las deidades y el anhelo de explicarse lo que sentimos. El verso, así, está en el ámbito de la madre y pertenece a la noche y la sangre, pero también al juego y el placer… Pasaron siglos antes de que surgiera la prosa en la intemperie del día solar, la razón y el orden. La prosa es el dominio del poder y del padre. Con ella no se juega: se piensa y se aspira al sometimiento de los demás, cuando menos en el terreno de las ideas. Escribo prosa para convencerte, para imponer lo que creo, así sea en los asuntos más inofensivos. La retórica en su sentido original no es sino el arte de la persuasión.