La pesadilla del Visitador
Fernando Batista, quinto visitador de la CNDH, trae pegada a los párpados la historia de un migrante salvadoreño. En los sueños, lo ve trepar el tren y aferrarse porque no tiene nada con qué amarrar su cuerpo a los fierros. El migrante va exhausto. Tiene cuarenta y ocho horas sin dormir. En un momento cae a las vías y el ferrocarril le pasa por encima sin tocarlo. Ha quedado justo en medio. La máquina no lo despedaza, ni siquiera lo rasguña, pero cuando termina de pasar se forma una burbuja de aire que lo lanza hacia unos árboles. Se le ha roto el tobillo. Si quiere seguir para que no lo maten Los Zetas o los animales, que parecen ser lo mismo, debe tomar una decisión: cortar el tobillo. Saca una navaja y cercena la carne y los tendones. Llora como jamás creyó hacerlo. Toma aire y coge dos maderos con la función de muletas. Renguea por horas. Se convence de que no lo logrará. Que en la noche, cuando salgan Los Zetas a buscar migrantes, él será carnada fácil. A los lejos lo ven dos viejos. Le dicen que son del albergue de doña Olga, ahí cerquita, en Tapachula.