Sicilia, Javier

La puta casta

La Iglesia me duele tanto que hasta ahora me había prohibido escribir sobre su escándalo. Pero guardar silencio cuando se tiene una presencia pública es otorgar, y yo ya no quiero otorgar nada. Así que hablaré de ella, como sólo puede hablarse de lo que se ama profundamente en su imperfección: de manera dolorosa… Es evidente que en su condición de cosa social, de institución, la Iglesia es, como lo señala una parte de la antigua fórmula que la define una meretrix, una puta, y como tal ha sido la madre de las instituciones modernas: nada la distingue, a no ser que ella, desde su reconocimiento por el imperio romano en el siglo Sexto, fue la primera, de su hijo bastardo: el Estado y sus instituciones; nada distingue, en consecuencia, a no ser también que sus clérigos antecedieron a las clerecías políticas y profesionales que se forman en los partidos y en las universidades-, a sus clérigos, como Marcial Maciel, Norberto Rivera u Onésimo Cepeda, de políticos como Mario Marín, Ulises Ruiz y los enƠcubridores de su partido; nada tampoco distingue la manera en que el cardenal Sodano defendió en la ceremonia del Viernes Santo a Benedicto Dieciséis, las tres mil diócesis, los cuatrocientos mil sacerdotes estamos contigo, de la política, del montón, con la que los partidos suelen defender a sus líderes cuando son atacados.