Vega, Armando

El mejor lugar del mundo

¿Qué sería de nosotros si fuéramos unos trashumantes? ¿Qué, sino tuviéramos mayor compromiso con la pequeña y provisional parcela de tierra y aire en la que asentamos nuestro hogar, que el de estar allí para aislarnos de la lluvia y el calor, de los vientos y la noche? ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos hermanos, ni padres, ni amigos a muchos kilómetros alrededor y que dicho estado físico y moral nos diera la libertad de movernos por todos lados, esperando encontrar en nuestro viaje la tierra prometida, el lugar que está por ahí, borroso y sin mapas, destinado nada más a nosotros, a nuestra familia?. Uno no debe vivir aislado, roto del calor, por pobre que éste sea, por halado que resulte, de los amigos, de la familia, de los compañeros de viaje y oficio, porque se marchita. Y aún así, en una perpetua insatisfacción, en un extravío que obnubila, buscando un mejor trabajo, un mejor clima, escapar del pasado y sus densos y estorbosos lastres, uno se va y se aísla en un rincón del mundo en el que se harán nuevos amigos, donde se formará una nueva familia, un futuro incalculable y esperadamente mejor. Pero esto es quizás un espejismo: el mundo se está desquebrajando y el viento lo esparce. Los amigos se mudan, los hermanos migran, los padres mueren.