Ochoa, Raúl

Lo sabía

La muerte de Antonio de Nigris ventila no sólo las descarnadas traiciones del corazón, aún imposible de dominar por la ciencia, sino, sobre todo, la indolencia de los dueños del fútbol mexicano profesional ante el tema. No hay un cardiólogo de planta en ningún equipo de la primera división y sólo cuando contratan a un jugador extranjero lo envían con el especialista. El centro delantero, que tocó efímeramente el cielo futbolístico por su gol de bolea contra la selección de Brasil, ya sabía que jugaba con el núcleo de su cuerpo tocado por la fatalidad.