Trejo Delarbre, Raúl

Obama, ojalá...

Cambio es la palabra que sintetizó el espíritu predominante en la toma de posesión de Barack Obama. Sin embargo, ese vocablo apareció solamente dos veces en su primer discurso como presidente de Estados Unidos. En contraste con la retórica magnética que desparramó durante su campana, en el mensaje que leyó el martes veinte en las escalinatas del Capitolio y delante de una multitud inédita Obama jugó poco con las palabras... Al grano: esa debe haber sido la instrucción que Obama le dio a Ion Favreau, el joven de veintisiete años que le escribe sus discursos. La elegancia de la sobriedad, pocas metáforas en busca de claridad, en este caso tuvo además el infrecuente mérito político de llamar a las cosas por su nombre… Nuestra economía está seriamente debilitada como consecuencia de la avaricia y la irresponsabilidad en parte de algunos, pero también de nuestro fracaso colectivo para tomar elecciones difíciles, dijo… En una frase el nuevo presidente censuró con elegancia a su antecesor, George Bush, y a quienes junto con él permitieron que los desajustes y la especulación financieros crecieran hasta originar la crisis que está asolando las economías de todo el mundo.