Vega-Gil Rueda, Armando, 1955-

La visita de la banda

Nada tan solitario, tan triste y lleno de susurros como esta melodía árabe, suave y melancólica, resonando en el aire tenue e inmóvil de un pueblo israelí, un villorrio perdido en la nada... Pues aunque algunos lo nieguen, la nada existe, es tangible, te rodea y te hace su presa en noches sin luna como esta que flota en el aire y desciende suave bajo los pies del cantor extraviado. Las calles están vacías, el horizonte desértico es apenas una referencia desconocida, y las chicas danzan calladas, sensuales y felices o con el corazón roto en una pista de patinaje, lejos de este músico que contempla el espacio de la noche y canta. Los que pudiesen escucharlo nada entenderían de lo narrado en su letra, pero la melodía les haría recordar las viejas películas egipcias que desataba el llanto de las mujeres, madres e hijas judías, todos los viernes por las tardes, cuando la barrera de los idiomas excluyentes se superaba con subtítulos en las pantallas de televisión. El violonchelo y un salterio afinado en una escala alejandrina se suman a este lamento. Es la hermosa La visita de la banda. Quizá nadie lo sepa, quizá nadie lo recuerde, pero esa madrugada, un canto imposible, impensable en esas coordenadas del mundo, abrazó a amigos y enemigos.