Batres, Viétnika
¿Sí, acepto?
Las tías de la novia no dejaban de lamentar la inexistencia de un papel firmado. Los primos del novio brindaban por la ausencia de un juez. El resto de los invitados sólo esperaba pasarla bien con Elena y Marco, anfitriones de la fiesta. La cena se sirvió en el jardín. Al final, con el pastel, llegó la música. Casi es como una boda de verdad, gimoteó la abuelita de Elena. No empieces, atajó el abuelo, mejor vamos a bailar… Marco se adelantó a explicar: El matrimonio está sobrevaluado, está lleno de detalles fastidiosos. Por ejemplo: ya no puedes dejar la puerta del baño abierta, pero tampoco cerrada, porque tu mujer podría necesitar entrar. No puedes dejar la tapa arriba. Ni quejarte de la ropa interior colgada en la regadera. Aunque a ti te importe poco que la cama se quede hecha bolas, no puedes dejar de tenderla cuando te toca. Por supuesto, no puedes dormir separado, sería síntoma inequívoco de que algo pasa. Si te quedas dormido frente a la tele o leyendo un libro, serás despertado para ir a la cama…