Valdez Cárdenas, Javier,
¿Los matamos, jefe?
El grito de, los matamos, jefe?, los despertó. Faltaban unos veinte minutos para la una de la mañana. Los celadores del penal de Badiraguato murieron y despertaron al mismo tiempo: su pestañeada se estaba convirtiendo en pesadilla… Cuarenta hombres armados. Todos de negro, encapuchados y con cuernos de chivo. Habían llegado al Centro de Ejecución de las Consecuencias Jurídicas del Delito en tres camionetas de modelo reciente. Las burbujas rojas y luces centellantes, de esas que usan las corporaciones policiacas, encendidas.