Jordan, Mary

Niños mexicanos “padecen en las pequeñas prisiones"

Las paredes miden cuatro punto cinco metros de altura y están rematadas con vidrios cortados y alambre de púas, guardianes horribles de horribles secretos. Durante años fueron centinelas de los abusos a menores que estaban al cuidado del Estado; eran obligados a comer alimento para cerdos, eran golpeados e incluso atados a árboles durante varios días… Beto, un niño de la calle, tenía diez años cuando lo trajo la policía después de atraparlo robando dos botoncitos de oro de un bote de una tienda. Pensó que quizás iría a un mejor lugar que a la calle… En vez de eso, Betulio Chi Tzec pasó los siguientes cinco años tras las paredes del reclusorio para menores, un niño encerrado en un dormitorio con dos adolescentes acusados de violación.