Fernández, Quitzé

Tacho, el hombre del desierto

Tiene cincuenta años, una dosis recurrente de locura y una debilidad: las caguamas Carta Blanca. Es un hombre peculiar. Hurga entre los llanos desiertos de Coahuila para buscar como un moderno indio gambusino, sólo que no colecta oro sino unos objetos rudimentarios pero antiguos por los que recibe unos pocos cientos de pesos en el mejor de los casos: flechas vestigio de pueblos ya desaparecidos: los irritilas. Nació de nombre Anastasio y ha ido acumulando tremendas horas de sol, soledad y hastío.