Batres, Viétnika
Pero qué bestias
La testigo de cargo fue llevada hacia el estrado a petición del juez. Envuelta en su abrigo de lana cruda, caminaba a pasitos, como si se resistiera a comparecer o fuera demasiado tímida. La gruesa cadena que rodeaba uno de sus tobillos daba la impresión, a cualquiera que no estuviera al tanto, de que ella era la acusada y no la víctima de una violación. Bueno, eso era lo que el jurado tendría que decidir con base en la evidencia: ¿había disfrutado del asalto sexual de que había sido objeto.