Gasé, Marisol

Si se acaba el amor, se acaba el negocio

De pronto, el amor. Y toda su parafernalia, su cursilería. Por eso odio febrero, con sus fiestas, sus falsos fastos y nefastos. Tampoco, como a Keats, me gusta abril, un tanto almibarado. Todos los otros meses son más soportables, pero pese a ello no puedo dejar de pensar en lo que el amor hace a la gente. Y desde luego me incluyo en esa categoría, la de gente… Porque, veamos, conozco a muchos amigos, hombres y mujeres, homosexuales y lesbianas, alegres e inteligentes, que un buen día se enamoraron y perdieron toda cordura, su lugar en el mundo, como si el amor fuera una droga que embrutece.