La derrota provocó entre los priístas una franca y abierta rebelión contra el presidente Zedillo. Desapareció el lenguaje zalamero, lambiscón, en la mexicanísima versión mexicana y los reproches abundaron. En la cúpula del partido, Bartlett y Madrazo, los derrotados por Labastida en la elección interna para elegir candidato, abrieron fuego sin reservas ni limitaciones.