Folios de Este País

La nueva composición del Congreso de la Unión y los cambios en su comportamiento. Un seguimiento de prensa

El resultado de las pasadas elecciones federales, para renovar totalmente la Cámara de Diputados y parcialmente la Cámara de Senadores, ha dado un vuelco al sistema político mexicano y sus consecuencias son aún muy dificiles de valorar. De acontecimientos como éste es preciso tomar distancia y dejar transcurrir un cierto tiempo, para estar en condiciones de realizar un diagnóstico que pueda describirlo, con sus implicaciones, de manera medianamente certera… El efecto obvio, palpable a simple vista es que, contra lo que había sido una constante en décadas, el PRI no solamente no obtuvo ese requisito para ciertas votaciones que es la mayoría de dos terceras partes de las curules en la Cámara de Diputados, que ya había perdido con anterioridad, sino que tampoco alcanzó la mayoría absoluta de escaños… De quinientos diputaciones, el PRI obtuvo doscientos treinta y ocho; el PRD ciento veintiséis; el PAN ciento veintidós; el PVEM ocho y el PT seis, lo que significa que ningún partido por sí solo tiene la mayoría absoluta de doscientos cincuenta y uno. Ni siquiera aliados el PAN y el PRD la tienen, pues suman doscientos cuarenta y ocho y, en consecuencia, necesitan del PVEM o del PT para alcanzarla. En cambio, el PRI sólo necesitaría sumar a los dos pequeños, para contender con una eventual alianza de los dos grandes y, obviamente, le bastaría aliarse con el PAN o con el PRD para alcanzar no ya la mayoría absoluta, sino incluso la añorada mayoría de dos ter-ceras partes ya ida. Todo esto debería mover a matizar la interpretación abusiva que el bloque opositor ha hecho de la suma de sus votos, pues el PRI mantiene su carácter mayoritario, así sea relativa esta mayoría, véase cuadro uno.