Tres valores clave para el desarrollo
In: Este País. Tendencias y opiniones 288 (abr. 2015), 38-39Summary: El autor habla de su nuevo libro, Tres valores clave para el desarrollo, donde propone una tipología de los países basada en tres grandes familias culturales, la del honor, la del trabajo y la de la familia, y analiza el cambio cultural de México. El simple hecho de pertenecer a uno de los tres sistemas legales del mundo, anglosajón, romano e islámico, que condensan los valores y la cultura de cada sociedad tiene implicaciones profundas para el desarrollo de cada país. Cuando mi familia y yo nos mudamos por cinco años a Estados Unidos en 1995, iba cargado de críticas y rechazos a la cultura mexicana y latina, en la que incluía a Italia, España y Argentina. Culpaba a nuestra vida social sin fin, a los prolongados desayunos, comidas y cenas de todos los días, a la falta de disciplina en las horas de trabajo y a la impuntualidad cargada de interrupciones de familiares y amigos, por nuestra incapacidad para lograr prosperidad y eficiencia. Nuestra cultura era un jardín social, pero un desierto laboral. Me sentí aliviado al llegar a la Universidad de Michigan en Ann Arbor y después a Princeton, en Nueva Jersey. Nadie allá se atreve a interrumpir ese tiempo sagrado del trabajo, ni siquiera después de terminada la jornada laboral.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 468783 |
El autor habla de su nuevo libro, Tres valores clave para el desarrollo, donde propone una tipología de los países basada en tres grandes familias culturales, la del honor, la del trabajo y la de la familia, y analiza el cambio cultural de México. El simple hecho de pertenecer a uno de los tres sistemas legales del mundo, anglosajón, romano e islámico, que condensan los valores y la cultura de cada sociedad tiene implicaciones profundas para el desarrollo de cada país. Cuando mi familia y yo nos mudamos por cinco años a Estados Unidos en 1995, iba cargado de críticas y rechazos a la cultura mexicana y latina, en la que incluía a Italia, España y Argentina. Culpaba a nuestra vida social sin fin, a los prolongados desayunos, comidas y cenas de todos los días, a la falta de disciplina en las horas de trabajo y a la impuntualidad cargada de interrupciones de familiares y amigos, por nuestra incapacidad para lograr prosperidad y eficiencia. Nuestra cultura era un jardín social, pero un desierto laboral. Me sentí aliviado al llegar a la Universidad de Michigan en Ann Arbor y después a Princeton, en Nueva Jersey. Nadie allá se atreve a interrumpir ese tiempo sagrado del trabajo, ni siquiera después de terminada la jornada laboral.
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