Anular el voto para redistribuir el poder político

En 2009 decidí anular mi voto, seis años después acudiré a las urnas a cruzar todas las opciones de la boleta, es decir, de nuevo anularé mi voto. No tengo otra forma pacífica y legal de contribuir a sanear la política nacional y de manifestar mi rechazo a la descomposición de la clase política en el poder, a la pésima conducción del país, a sus pobres resultados en términos de crecimiento económico, al alarmante deterioro de las condiciones sociales de la mayoría de la sociedad, de los niveles de inseguridad y de violación masiva de los derechos humanos. Durante los últimos seis años, la partidocracia no ha dado signos de voluntad política para transformarse en un sistema de partidos representativo de la pluralidad de intereses de la sociedad. Por el contrario, se ha empecinado en hacer evidente que gobernantes y representantes populares ejercen el poder a espaldas del pueblo. Corrupción e impunidad forman parte cotidiana de la política, con el agravante de la manifiesta complicidad con la delincuencia organizada de los tres poderes republicanos y de las distintas instancias de gobierno. ¿Por qué echar a la borda, con la abstención y el boicot, un instrumento valiosísimo para fortalecer nuestra endeble democracia? Las luchas sociales y políticas no han sido en vano y, a diferencia de entonces, hoy tenemos cauces pacíficos, institucionales, legales para expresar la inconformidad y construir nuevos caminos.