A ellos también se los llevaron vivos. Los cientos de desaparecidos de Iguala tienen nombre y apellido

Una tragedia, un horror colectivo, sacó a la luz otra tragedia, otro horror colectivo, pero más antiguo. La desaparición de los Cuarenta y tres estudiantes normalistas de Ayotzinapa provocó que los ojos se colocaran ahí, en Iguala, en donde decenas de hombres y mujeres se desvanecieron antes para nunca más regresar. Paralizados por el miedo, por la indiferencia de los funcionarios, amedrentados por los militares o por la policía o por el narco, cientos de personas no se atrevían a denunciar que también ellos estaban buscando a alguien, a una hija, a un hermano, a una esposa, a un padre. En sólo dos años, y en apenas unos cuantos municipios de Guerrero, el número de desapariciones forzadas se acerca ya a las cifras de la Guerra Sucia de los años setenta. Nadie exagera. Ahí están las decenas de fosas clandestinas que han sido encontradas en todo el estado. Allí están los cientos familiares que, no sin miedo, han decidido salir a la luz para decir que a ellos también les falta alguien, que a ellos también se los llevaron vivos.