Gloria

Las biopics, las pelis que abrevan de la biografía contundente y sabrosa de algún personaje de la historia, se vuelven resbaladizas cuando abordan historias recientes; más aún si el retrato vivencial es tan cercano, en tiempo y espacio, que alcanza a remover miedos, admiraciones, decepciones y odios que aún nos tienen tomados por los pelos. Entonces sucede algo curioso: nos lanzamos en masa a las salas cinematográficas sólo para vernos reflejados en algunas de las aristas de la cinta; en una sociedad descompuesta y envilecida, el espectáculo de dolor de los otros es un festín caníbal. Hacer leña del árbol caído es provocativo, pero también es tan fácil como insano. El hielo es frágil. Construir un relato del tipo, caso de la vida real, y volverlo ficción, incluso si se trata de un documental, es una empresa quebradiza si la protagonista aún nada en las aguas negras del escándalo, las batallas y vendetas mediáticas, el escarnio público que vuelve la carne todavía viva del personaje retratado un bocado aderezado por el morbo.