¿Acaso todo el mundo son prisiones e iglesias?

El sentimiento es uno: incertidumbre. Todos los días hay una nueva pila de noticias y motivos para sorprendernos, conmocionarnos, encabronarnos. Y es fácil escribir hoy algo que mañana sonará anacrónico. Una cosa nos lleva a otra y la indignación se ha alejado ligeramente de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa para enfocarse en el autoritarismo de nuestros gobernantes. En su discurso, Enrique Peña Nieto revive a Gustavo Díaz Ordaz: los disidentes se oponen al progreso del país. Aquel que no esté de acuerdo, es nuestro enemigo. No pasó mucho tiempo antes de que las acciones confirmaran los dichos presidenciales. Once ciudadanos, detenidos arbitrariamente en la manifestación del veinte de noviembre, fueron imputados con cargos ridículos: terrorismo, crimen organizado, homicidio tentativo y motín. Fueron llevados a penales de alta seguridad con una eficacia digna del primer mundo. ¿Dónde quedó el diálogo?