Rodrigo Morales M. 25 años
Summary: Justo en esas estábamos cuando llegó 1994 y amanecimos en otro país. La irrupción zapatista primero, y el asesinato de Colosio después, permearon el ánimo público y modificaron radicalmente la percepción de las cosas. Brotaron nuevas urgencias, se revelaron carencias desconocidas y en general la agenda pública se volvió un tema en cotidiana construcción. Había que encarar la nueva emergencia, y entre otras cosas generar condiciones mínimas para la celebración de elecciones confiables. Y la confianza, como ya se había visto en la reforma anterior, no se conseguía únicamente modificando procedimientos, sino que tenía que ver con que el árbitro que aplicara las nuevas reglas gozara del respeto de los actores políticos. Así, además de la vorágine que el zapatismo le imponía a la agenda pública, hubo que confeccionar los arreglos mínimos para transitar hacia los comicios presidenciales. De todo ello dio cuenta la revista, y en todo ello nuestro director general fue un actor central. En fin, de toda aquella época acaso lo que se extrañe es el ánimo colectivo para buscar y encontrar acuerdos. Lo excepcional de la situación era fácilmente reconocible, y la disposición para lograr acercamientos también era plausible. Hoy, en cambio, todo mundo anuncia los peligros de la elección por venir y nadie parece querer asumir alguna responsabilidad. Hoy, pegarle al árbitro, despreciar instituciones, denostar al adversario y advertir de que el apocalipsis está por llegar son prácticas cada vez más enquistadas. Ojalá que pronto nos demos cuenta de que es necesario encontrar mecanismos para brindar protección a las instituciones que nos hemos dado, y ojalá que lo podamos hacer a tiempo.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 508472 |
Justo en esas estábamos cuando llegó 1994 y amanecimos en otro país. La irrupción zapatista primero, y el asesinato de Colosio después, permearon el ánimo público y modificaron radicalmente la percepción de las cosas. Brotaron nuevas urgencias, se revelaron carencias desconocidas y en general la agenda pública se volvió un tema en cotidiana construcción. Había que encarar la nueva emergencia, y entre otras cosas generar condiciones mínimas para la celebración de elecciones confiables. Y la confianza, como ya se había visto en la reforma anterior, no se conseguía únicamente modificando procedimientos, sino que tenía que ver con que el árbitro que aplicara las nuevas reglas gozara del respeto de los actores políticos. Así, además de la vorágine que el zapatismo le imponía a la agenda pública, hubo que confeccionar los arreglos mínimos para transitar hacia los comicios presidenciales. De todo ello dio cuenta la revista, y en todo ello nuestro director general fue un actor central. En fin, de toda aquella época acaso lo que se extrañe es el ánimo colectivo para buscar y encontrar acuerdos. Lo excepcional de la situación era fácilmente reconocible, y la disposición para lograr acercamientos también era plausible. Hoy, en cambio, todo mundo anuncia los peligros de la elección por venir y nadie parece querer asumir alguna responsabilidad. Hoy, pegarle al árbitro, despreciar instituciones, denostar al adversario y advertir de que el apocalipsis está por llegar son prácticas cada vez más enquistadas. Ojalá que pronto nos demos cuenta de que es necesario encontrar mecanismos para brindar protección a las instituciones que nos hemos dado, y ojalá que lo podamos hacer a tiempo.
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