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Luis Felipe Bravo Mena 25 años

Summary: Los gobernadores de las entidades federativas fueron libres y ricos, el gobierno federal fue generoso en la repartición de recursos. El federalismo sin demócratas hizo de los ejecutivos estatales señores feudales. El autoritarismo de añeja dureza se alojó en la provincia mexicana, el abuso de poder y la corrupción campearon impunemente. Una coalición de ellos, agrupados en el llamado nuevo PRI, retomó el poder federal en 2012 y reconstruyó el viejo presidencialismo. La corrupción destruyó las potencialidades del sistema democrático. La democracia arribó aislada al territorio mexicano. No llegó acompañada de un cambio integral del régimen político, como ocurrió en casi todos los países que la alcanzaron durante la tercera ola democrática, S. Huntington. En otras latitudes, al caer las dictaduras y regímenes autoritarios o totalitarios se renovó toda la arquitectura estatal, con nuevas constituciones para garantizar el estado de derecho, con vigorosos sistemas de transparencia, rendición de cuentas y anticorrupción. No fue así en México; las primeras reformas en materia de transparencia no llegaron hasta el primer gobierno de alternancia y el Sistema Nacional Anticorrupción aún no termina de nacer, atorado y bloqueado desde el gobierno. El crimen organizado vota. Visto lo anterior, no es de extrañar que el imperio de la delincuencia se haya extendido e incluso tenga tomadas algunas porciones del territorio nacional. No es este el tema aquí, basta decir que el crimen organizado es ya un factor determinante en el resultado de algunos procesos electorales. Sea porque elimina a posibles competidores incómodos, sea porque apoya económicamente candidaturas o porque aplica violencia selectiva en sus territorios para asegurar la victoria de algún contendiente, está presente, actúa y logra resultados a su favor. Contrahechura o Complementación democrática: En estas condiciones nos encaminamos a las elecciones del primero de julio. Sean cuales fueren sus resultados, parece claro que el statu quo, marcado por las contrahechuras de la transición democrática, no puede sostenerse más. Se necesitan cambios audaces, hacer la tarea que no se realizó, pagar las asignaturas pendientes. Será un gran avance si las fuerzas políticas, una vez que pase la batalla electoral, se concentran, por lo menos, en lograr dos cosas en el plazo inmediato: terminar el establecimiento del Sistema Nacional Anticorrupción y crear un verdadero Sistema Nacional de Seguridad. Al mismo tiempo habrá que iniciar los trabajos para la actualización del régimen político y dar el paso para edificar una verdadera democracia ciudadana y limpia.
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Los gobernadores de las entidades federativas fueron libres y ricos, el gobierno federal fue generoso en la repartición de recursos. El federalismo sin demócratas hizo de los ejecutivos estatales señores feudales. El autoritarismo de añeja dureza se alojó en la provincia mexicana, el abuso de poder y la corrupción campearon impunemente. Una coalición de ellos, agrupados en el llamado nuevo PRI, retomó el poder federal en 2012 y reconstruyó el viejo presidencialismo. La corrupción destruyó las potencialidades del sistema democrático. La democracia arribó aislada al territorio mexicano. No llegó acompañada de un cambio integral del régimen político, como ocurrió en casi todos los países que la alcanzaron durante la tercera ola democrática, S. Huntington. En otras latitudes, al caer las dictaduras y regímenes autoritarios o totalitarios se renovó toda la arquitectura estatal, con nuevas constituciones para garantizar el estado de derecho, con vigorosos sistemas de transparencia, rendición de cuentas y anticorrupción. No fue así en México; las primeras reformas en materia de transparencia no llegaron hasta el primer gobierno de alternancia y el Sistema Nacional Anticorrupción aún no termina de nacer, atorado y bloqueado desde el gobierno. El crimen organizado vota. Visto lo anterior, no es de extrañar que el imperio de la delincuencia se haya extendido e incluso tenga tomadas algunas porciones del territorio nacional. No es este el tema aquí, basta decir que el crimen organizado es ya un factor determinante en el resultado de algunos procesos electorales. Sea porque elimina a posibles competidores incómodos, sea porque apoya económicamente candidaturas o porque aplica violencia selectiva en sus territorios para asegurar la victoria de algún contendiente, está presente, actúa y logra resultados a su favor. Contrahechura o Complementación democrática: En estas condiciones nos encaminamos a las elecciones del primero de julio. Sean cuales fueren sus resultados, parece claro que el statu quo, marcado por las contrahechuras de la transición democrática, no puede sostenerse más. Se necesitan cambios audaces, hacer la tarea que no se realizó, pagar las asignaturas pendientes. Será un gran avance si las fuerzas políticas, una vez que pase la batalla electoral, se concentran, por lo menos, en lograr dos cosas en el plazo inmediato: terminar el establecimiento del Sistema Nacional Anticorrupción y crear un verdadero Sistema Nacional de Seguridad. Al mismo tiempo habrá que iniciar los trabajos para la actualización del régimen político y dar el paso para edificar una verdadera democracia ciudadana y limpia.

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