“Es que somos muy pobres”. Adaptación y Texto de Juan Rulfo Con las líneas suprimidas en color naranja.
Summary: Adaptación uno: Aquí todo va de mal en peor desde que comenzó la Guerra Cristera. El sábado pasado comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar, el aguacero llego de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo… Texto de Juan Rulfo, Con las líneas suprimidas en color naranja: Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estamos arrimados debajo del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 459559 |
Adaptación uno: Aquí todo va de mal en peor desde que comenzó la Guerra Cristera. El sábado pasado comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar, el aguacero llego de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo… Texto de Juan Rulfo, Con las líneas suprimidas en color naranja: Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estamos arrimados debajo del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.
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