Autodefensas, EPN y Estado Fallido
Summary: Ni los cárteles del crimen organizado, ni el Consejo de Autodefensas de Michoacán ni el gobierno federal creen en las leyes. Las desprecian, les estorban, no confían en ellas, les dan la vuelta… Michoacán sigue siendo la medida del Estado fallido en México. El Estado es la máxima organización política que nos hemos dado los humanos para gobernamos. Aunque en muchos sentidos es una abstracción y, en otros, una articulación artificial, el Estado es la única institución capaz de nuclear el interés público. El Estado es la única organización llamada a generar y defender bienes públicos... Uno de esos bienes públicos es el Estado de derecho, es decir, una realidad en donde las leyes, al mismo tiempo que iguales para todos, serían el criterio para asegurar la justicia. En México arrastramos una cultura de muy baja estima por las leyes, la justicia y, en general, el Estado de derecho. Nuestros valores sociales y políticos repelen la virtud de las leyes; preferimos negociar, darles la vuelta o de una vez por todas, violarlas.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 452124 |
Ni los cárteles del crimen organizado, ni el Consejo de Autodefensas de Michoacán ni el gobierno federal creen en las leyes. Las desprecian, les estorban, no confían en ellas, les dan la vuelta… Michoacán sigue siendo la medida del Estado fallido en México. El Estado es la máxima organización política que nos hemos dado los humanos para gobernamos. Aunque en muchos sentidos es una abstracción y, en otros, una articulación artificial, el Estado es la única institución capaz de nuclear el interés público. El Estado es la única organización llamada a generar y defender bienes públicos... Uno de esos bienes públicos es el Estado de derecho, es decir, una realidad en donde las leyes, al mismo tiempo que iguales para todos, serían el criterio para asegurar la justicia. En México arrastramos una cultura de muy baja estima por las leyes, la justicia y, en general, el Estado de derecho. Nuestros valores sociales y políticos repelen la virtud de las leyes; preferimos negociar, darles la vuelta o de una vez por todas, violarlas.
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