Manual para zurdos (miscelánea)
Summary: El caso Picasso. El estridente cuadro Guernica acaba de cumplir setenta y cinco años y a propósito de ello proliferan publicaciones, exposiciones celebratorias y festejos en las esferas más elevadas del arte, pero me temo que escasean evaluaciones que vayan más allá de la irreflexiva aceptación de esta pieza como uno de los emblemas supremos del arte moderno y, paralelamente, de la conciencia antibélica. Hace ya dos décadas publiqué un artículo, que fue bastante mal recibido, en el que, siguiendo un mero instinto, planteaba que, por inercia cargamos con valores en los que no creemos de fondo, consideraba que tal es el caso de la renombrada pintura de Pablo Picasso y ponía en tela de juicio su mérito como, expresión del horror y dolor de la guerra. Si analizamos las obras realizadas en tiempos de crisis histórica, trátese de una revolución social, la invasión de un ejército extranjero o la instauración de un régimen opresivo, lo que observamos, casi estamos ante un común denominador, es que el trabajo es descarnado, directo y expresado por la vía más tradicional de cada género. Ya sean diarios de encierro o prisión, el de Ana Frank o el de Dostoievski; o composiciones musicales y poemas, la inmediatez domina. Y si acaso se asoma lo alegórico, se desprende de la humildad del detalle concreto, emitido desde la representación realista. En la plástica, nada tan categórico como el modo en que Goya realiza sus grabados de la guerra: los percibimos como apuntes al natural, apenas transcripciones de los hechos, de ahí se desprende su calidad contundente.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 440759 |
El caso Picasso. El estridente cuadro Guernica acaba de cumplir setenta y cinco años y a propósito de ello proliferan publicaciones, exposiciones celebratorias y festejos en las esferas más elevadas del arte, pero me temo que escasean evaluaciones que vayan más allá de la irreflexiva aceptación de esta pieza como uno de los emblemas supremos del arte moderno y, paralelamente, de la conciencia antibélica. Hace ya dos décadas publiqué un artículo, que fue bastante mal recibido, en el que, siguiendo un mero instinto, planteaba que, por inercia cargamos con valores en los que no creemos de fondo, consideraba que tal es el caso de la renombrada pintura de Pablo Picasso y ponía en tela de juicio su mérito como, expresión del horror y dolor de la guerra. Si analizamos las obras realizadas en tiempos de crisis histórica, trátese de una revolución social, la invasión de un ejército extranjero o la instauración de un régimen opresivo, lo que observamos, casi estamos ante un común denominador, es que el trabajo es descarnado, directo y expresado por la vía más tradicional de cada género. Ya sean diarios de encierro o prisión, el de Ana Frank o el de Dostoievski; o composiciones musicales y poemas, la inmediatez domina. Y si acaso se asoma lo alegórico, se desprende de la humildad del detalle concreto, emitido desde la representación realista. En la plástica, nada tan categórico como el modo en que Goya realiza sus grabados de la guerra: los percibimos como apuntes al natural, apenas transcripciones de los hechos, de ahí se desprende su calidad contundente.
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