La osadía de denunciar
Summary: Desde el diez de septiembre de 2012, cuando Leopoldo Soberanis Hernández decidió encabezar una manifestación contra los abusos de poder del Ejército, sintió los efectos de lo que para sus vecinos era una osadía: Denunciar las violaciones a los derechos humanos y la violencia que envuelve a la Costa Grande y a la Tierra Caliente de Guerrero… El trece de octubre una partida militar allanó las oficinas de su empresa, Integradora Costa Grande, dedicada a la exportación de coco y mango. Los militares revisaron cada rincón del local, en busca de droga y armas, obligaron a los trabajadores que se encontraban ahí a colocarse contra la pared y simularon un fusilamiento… El siete de noviembre unos quince soldados ingresaron ilegalmente a la casa de Soberanis. Ahí estaba su sobrino Víctor Manuel, de quince años. Me pusieron el arma en la cara y me preguntaban por don Polo; como estaba asustado les dije que no sabía nada; me preguntaban que dónde estaban las armas y por un carro que estaba estacionado fuera de la casa; ocho me preguntaban a la vez, con sus armas, tenía mucho miedo, narra a la reportera el joven aún aterrado.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 438805 |
Desde el diez de septiembre de 2012, cuando Leopoldo Soberanis Hernández decidió encabezar una manifestación contra los abusos de poder del Ejército, sintió los efectos de lo que para sus vecinos era una osadía: Denunciar las violaciones a los derechos humanos y la violencia que envuelve a la Costa Grande y a la Tierra Caliente de Guerrero… El trece de octubre una partida militar allanó las oficinas de su empresa, Integradora Costa Grande, dedicada a la exportación de coco y mango. Los militares revisaron cada rincón del local, en busca de droga y armas, obligaron a los trabajadores que se encontraban ahí a colocarse contra la pared y simularon un fusilamiento… El siete de noviembre unos quince soldados ingresaron ilegalmente a la casa de Soberanis. Ahí estaba su sobrino Víctor Manuel, de quince años. Me pusieron el arma en la cara y me preguntaban por don Polo; como estaba asustado les dije que no sabía nada; me preguntaban que dónde estaban las armas y por un carro que estaba estacionado fuera de la casa; ocho me preguntaban a la vez, con sus armas, tenía mucho miedo, narra a la reportera el joven aún aterrado.
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