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Material type: TextSummary: La milicia, los soldados y sus generales fratricidas, sus armamentos criminales y jerarquías opresivas, son un mal endémico de la humanidad. Nos acompañaron, por ejemplo, desde el final de la última Glaciación, cuando los chatos y burdos neardentales se enfrentaron a pedradas y mazazos contra los sapiens allegados a Europa desde África. Éstos se formaron en cuadrillas aguerridas para luchar contra los habitantes originarios y arrebatarles sus cuevas, sus zonas de caza, sus charcas de agua puerca, y para ello había que matarlos, violar a sus mujeres y así corromper sus ciclos reproductivos, destruir sus pertenencias para orillarlos al hambre y al frío mortales… En la Europa del siglo Dieciocho, la carrera del militar era vista como de alcurnia, algo muy chic, de monóculoy botas boleaditas. Llegar a ser mariscal era sinónimo de comer en los mejores restoranes y tener mujeres sofisticadas a su merced, aunque en el campo de batalla los sardos rasos se sacaran las tripas, mutilaran extremidades, aplastaran los cráneos y defecaran sus odios diarréico patrióticos sobre los cadáveres enemigos.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 427352 |
La milicia, los soldados y sus generales fratricidas, sus armamentos criminales y jerarquías opresivas, son un mal endémico de la humanidad. Nos acompañaron, por ejemplo, desde el final de la última Glaciación, cuando los chatos y burdos neardentales se enfrentaron a pedradas y mazazos contra los sapiens allegados a Europa desde África. Éstos se formaron en cuadrillas aguerridas para luchar contra los habitantes originarios y arrebatarles sus cuevas, sus zonas de caza, sus charcas de agua puerca, y para ello había que matarlos, violar a sus mujeres y así corromper sus ciclos reproductivos, destruir sus pertenencias para orillarlos al hambre y al frío mortales… En la Europa del siglo Dieciocho, la carrera del militar era vista como de alcurnia, algo muy chic, de monóculoy botas boleaditas. Llegar a ser mariscal era sinónimo de comer en los mejores restoranes y tener mujeres sofisticadas a su merced, aunque en el campo de batalla los sardos rasos se sacaran las tripas, mutilaran extremidades, aplastaran los cráneos y defecaran sus odios diarréico patrióticos sobre los cadáveres enemigos.
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