De sus memorias
Summary: E1 treinta y uno de agosto de 1954, recuerdo la fecha exacta porque estábamos celebrando el día de mi santo, mis actividades literarias dieron un vuelco que las llevó a una cierta participación en los círculos de argumentistas del cine nacional, que todavía conservaba algo del vigor y prestigio de los anos de auge que tuvo durante la Segunda Guerra Mundial... Mientras tenía lugar la celebración, inesperadamente, sin que hubiese antecedente alguno, llegó un giro telegráfico por quince mil pesos, enviado por la Cinematográfica Latina, S.A., de México, con la observación al pie de que era en pago de los derechos cinematográficos de mi novela La canoa perdida. Fue una desconcertante y agradable sorpresa… De acuerdo con las tarifas impuestas por el Sindicato de Autores y Adaptadores el pago mínimo por un argumento era entonces de doce mil quinientos pesos, aunque muchas de esas transacciones se concertaban en menor cantidad por acuerdo de ambas partes. No creí prudente objetar el precio, y escribí aceptándolo.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 425272 |
E1 treinta y uno de agosto de 1954, recuerdo la fecha exacta porque estábamos celebrando el día de mi santo, mis actividades literarias dieron un vuelco que las llevó a una cierta participación en los círculos de argumentistas del cine nacional, que todavía conservaba algo del vigor y prestigio de los anos de auge que tuvo durante la Segunda Guerra Mundial... Mientras tenía lugar la celebración, inesperadamente, sin que hubiese antecedente alguno, llegó un giro telegráfico por quince mil pesos, enviado por la Cinematográfica Latina, S.A., de México, con la observación al pie de que era en pago de los derechos cinematográficos de mi novela La canoa perdida. Fue una desconcertante y agradable sorpresa… De acuerdo con las tarifas impuestas por el Sindicato de Autores y Adaptadores el pago mínimo por un argumento era entonces de doce mil quinientos pesos, aunque muchas de esas transacciones se concertaban en menor cantidad por acuerdo de ambas partes. No creí prudente objetar el precio, y escribí aceptándolo.
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