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Religiosos viajeros en el mundo hispánico : el caso de Nueva España

By: In: Historia mexicana 61, 3 (ene-mar 2012), 813-848Summary: Desde la reforma benedictina de Cluny, las órdenes religiosas se volvieron ámbitos de intercambio internacionales. En el siglo XIII los mendicantes heredaron esta tradición que se afianzó a lo largo de los siglos siguientes, sobre todo bajo su espiritualidad misionera y con base en el voto de obediencia. El paso de religiosos de una provincia a otra fue una constante a lo largo de los últimos siglos medievales y las principales instancias encargadas de ordenarlo fueron las propias autoridades de las órdenes con sede en Roma, y a menudo también el Sumo Pontífice. Algún monarca, como san Luis IX de Francia, que era terciario franciscano, envió a China religiosos como sus embajadores, pero al parecer un caso como ése se dio excepcionalmente. Por tanto no fue sino hasta el siglo XVI, con el descubrimiento de América, que una Corona (la española) intervino directamente en el envío de personal misionero, sometiendo sus designios incluso a las instancias religiosas en Roma. Desde entonces la monarquía se volvió el principal actor sobre quien recaía directamente el ordenar, controlar y sostener económicamente el envío de religiosos. Esta impronta marcó la dinámica de los traslados de religiosos en ambos sentidos. Al principio lo más generalizado fue el paso de misioneros y después de visitadores y funcionarios (como los comisarios) a Indias, pero poco a poco, conforme se van consolidando las provincias mendicantes y jesuitas, también comenzó a haber un flujo constante de indianos a la metrópoli (y a veces a Roma, pero siempre por la vía hispana) enviados como procuradores para dar solución a diversos problemas, desde las alternativas y los pleitos con los obispos hasta los procesos de beatificación, la asistencia a los capítulos generales o los trámites para obtener magisterios. Ejemplos como los de fray Alonso de la Veracruz, fray Diego Valadés, fray Jerónimo de Mendieta, fray José Sicardo o Francisco de Florencia serán utilizados para ejemplificar las diversas razones de tales viajes.
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Desde la reforma benedictina de Cluny, las órdenes religiosas se volvieron ámbitos de intercambio internacionales. En el siglo XIII los mendicantes heredaron esta tradición que se afianzó a lo largo de los siglos siguientes, sobre todo bajo su espiritualidad misionera y con base en el voto de obediencia. El paso de religiosos de una provincia a otra fue una constante a lo largo de los últimos siglos medievales y las principales instancias encargadas de ordenarlo fueron las propias autoridades de las órdenes con sede en Roma, y a menudo también el Sumo Pontífice. Algún monarca, como san Luis IX de Francia, que era terciario franciscano, envió a China religiosos como sus embajadores, pero al parecer un caso como ése se dio excepcionalmente. Por tanto no fue sino hasta el siglo XVI, con el descubrimiento de América, que una Corona (la española) intervino directamente en el envío de personal misionero, sometiendo sus designios incluso a las instancias religiosas en Roma. Desde entonces la monarquía se volvió el principal actor sobre quien recaía directamente el ordenar, controlar y sostener económicamente el envío de religiosos. Esta impronta marcó la dinámica de los traslados de religiosos en ambos sentidos. Al principio lo más generalizado fue el paso de misioneros y después de visitadores y funcionarios (como los comisarios) a Indias, pero poco a poco, conforme se van consolidando las provincias mendicantes y jesuitas, también comenzó a haber un flujo constante de indianos a la metrópoli (y a veces a Roma, pero siempre por la vía hispana) enviados como procuradores para dar solución a diversos problemas, desde las alternativas y los pleitos con los obispos hasta los procesos de beatificación, la asistencia a los capítulos generales o los trámites para obtener magisterios. Ejemplos como los de fray Alonso de la Veracruz, fray Diego Valadés, fray Jerónimo de Mendieta, fray José Sicardo o Francisco de Florencia serán utilizados para ejemplificar las diversas razones de tales viajes.

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