Estado bajo asalto : narcoviolencia y corrupción en México, las consecuencias indeseadas de la guerra contra las drogas
In: DFensor : órgano oficial de difusión de la Comisión de Derechos Humanos del D. F 4, 7 (jul. 2006), 36-45Summary: La guerra contra las drogas condujo a México a una profunda violencia en el 2005, especialmente a lo largo de la frontera norte. Los homicidios relacionados con las drogas se incrementaron drásticamente, y un grupo de ex soldados élite, que ahora se encuentran en la nómina de uno de los cárteles de droga, fueron responsables de numerosos secuestros y matanzas. Los cuerpos torturados de las víctimas de asesinato aparecieron frecuentemente al borde de las carreteras en los epicentros del narcotráfico del país, aunado a ello, cientos de víctimas, incluyendo más de 40 ciudadanos estadounidenses, desaparecieron sin dejar rastro. Desde las prisiones de máxima seguridad, los líderes de los cárteles continuaron dirigiendo sus negocios ilegales, matando a sus rivales presos, y ordenando ataques contra sus enemigos más allá de las paredes de la prisión. Salvajes balaceras explotaron en las calles de las ciudades a medida que los policías y soldados se enfrentaron contra los delincuentes, quienes en ocasiones eran los mismos funcionarios encargados de aplicar la ley pero sobornados por los traficantes.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 400275 |
La guerra contra las drogas condujo a México a una profunda violencia en el 2005, especialmente a lo largo de la frontera norte. Los homicidios relacionados con las drogas se incrementaron drásticamente, y un grupo de ex soldados élite, que ahora se encuentran en la nómina de uno de los cárteles de droga, fueron responsables de numerosos secuestros y matanzas. Los cuerpos torturados de las víctimas de asesinato aparecieron frecuentemente al borde de las carreteras en los epicentros del narcotráfico del país, aunado a ello, cientos de víctimas, incluyendo más de 40 ciudadanos estadounidenses, desaparecieron sin dejar rastro. Desde las prisiones de máxima seguridad, los líderes de los cárteles continuaron dirigiendo sus negocios ilegales, matando a sus rivales presos, y ordenando ataques contra sus enemigos más allá de las paredes de la prisión. Salvajes balaceras explotaron en las calles de las ciudades a medida que los policías y soldados se enfrentaron contra los delincuentes, quienes en ocasiones eran los mismos funcionarios encargados de aplicar la ley pero sobornados por los traficantes.
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