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Daños colaterales

By: Summary: A quien corresponda. Una bala, una vida, un destino, un desatino del tiempo. Cronologías caleidoscópicas, revueltas, galimatías. Lo superado se reinventa y los años se repiten, espiralmente. Alguien tuvo miedo y se pertrechó. Alguien vio que en ese miedo había cosas que hacer, entonces infundió el terror. De pronto alguien más sembró el odio. Hoy el plomo ha perdido su capacidad alquímica de convertirse en oro. Ha elegido, hemos elegido, la carne como blanco. Todos somos ahora carne de cañón: el muerto y quien se arrodilla; quien pelea y aquella que pelea por los derechos y busca recuperar a sus hijos desaparecidos; pero aquellos que desaparecen a los hijos, también. Si no paramos, perderán a los suyos. Perderemos todos. Perderemos a los nuestros. A sus posibles, a nuestros queribles, a sus amables. Los hijos se repiten en el hijo del vecino. En la hija de la casa de junto. La vecina es el ojo que nos mira y nos da vida y da cuenta de quiénes somos en realidad. Sus hijos son el futuro nuestro. Pero no. Hoy la bala no distingue ni sexos, ni edades, ni oficios, ni verdugos, ni violentados. Hoy todos somos daños colaterales de una bala, de un gatillo, de alguien que renunció a ser en amor correspondido. Hoy somos lo que queda. Va mi resto. Van los restos. Va un país de por medio. Y no sabemos cómo parar al potro.
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Analítica Biblioteca Legislativa Hemeroteca Available 396945

A quien corresponda. Una bala, una vida, un destino, un desatino del tiempo. Cronologías caleidoscópicas, revueltas, galimatías. Lo superado se reinventa y los años se repiten, espiralmente. Alguien tuvo miedo y se pertrechó. Alguien vio que en ese miedo había cosas que hacer, entonces infundió el terror. De pronto alguien más sembró el odio. Hoy el plomo ha perdido su capacidad alquímica de convertirse en oro. Ha elegido, hemos elegido, la carne como blanco. Todos somos ahora carne de cañón: el muerto y quien se arrodilla; quien pelea y aquella que pelea por los derechos y busca recuperar a sus hijos desaparecidos; pero aquellos que desaparecen a los hijos, también. Si no paramos, perderán a los suyos. Perderemos todos. Perderemos a los nuestros. A sus posibles, a nuestros queribles, a sus amables. Los hijos se repiten en el hijo del vecino. En la hija de la casa de junto. La vecina es el ojo que nos mira y nos da vida y da cuenta de quiénes somos en realidad. Sus hijos son el futuro nuestro. Pero no. Hoy la bala no distingue ni sexos, ni edades, ni oficios, ni verdugos, ni violentados. Hoy todos somos daños colaterales de una bala, de un gatillo, de alguien que renunció a ser en amor correspondido. Hoy somos lo que queda. Va mi resto. Van los restos. Va un país de por medio. Y no sabemos cómo parar al potro.

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