El dramaturgo de la Calle 9
Summary: Emilio Carballido fue mi maestro, aunque nunca asistí a ninguno de sus cursos ni de sus talleres. Fue un maestro en el sentido más amplio, y a la vez más esencial: alguien que posee los atributos de la generosidad y el conocimiento, y que es capaz de ensanchar los horizontes de quienes se acercan a él… Lo conocí a finales de 1983, en una charla que ofreció dentro de un ciclo de conferencias organizado en una vieja casona de Tlalpan convertida en recinto cultural. Para entonces yo ya había leído y releído muchas de sus obras, había visto un par en escena, entre ellas, una peculiar Medusa en formato de cámara presentada por el grupo La Cueva en su pequeño sótano de la calle de Sinaloa, e incluso había intentado montar su Cuento de Navidad con mis compañeros de la secundaria, uno de ellos, que ya había participado en otra puesta en escena del mismo texto realizada en el Club España, me preguntaba con insistencia quién traería, la mazorca; así me enteré de que, en la versión de los peninsulares, cuando el fotógrafo le pedía al Santa Claus pobretón que, pelara la mazorca, para que los niños se le acercaran, el actor literalmente sacaba una mazorca y se ponía a quitarle las hojas.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 374576 |
Emilio Carballido fue mi maestro, aunque nunca asistí a ninguno de sus cursos ni de sus talleres. Fue un maestro en el sentido más amplio, y a la vez más esencial: alguien que posee los atributos de la generosidad y el conocimiento, y que es capaz de ensanchar los horizontes de quienes se acercan a él… Lo conocí a finales de 1983, en una charla que ofreció dentro de un ciclo de conferencias organizado en una vieja casona de Tlalpan convertida en recinto cultural. Para entonces yo ya había leído y releído muchas de sus obras, había visto un par en escena, entre ellas, una peculiar Medusa en formato de cámara presentada por el grupo La Cueva en su pequeño sótano de la calle de Sinaloa, e incluso había intentado montar su Cuento de Navidad con mis compañeros de la secundaria, uno de ellos, que ya había participado en otra puesta en escena del mismo texto realizada en el Club España, me preguntaba con insistencia quién traería, la mazorca; así me enteré de que, en la versión de los peninsulares, cuando el fotógrafo le pedía al Santa Claus pobretón que, pelara la mazorca, para que los niños se le acercaran, el actor literalmente sacaba una mazorca y se ponía a quitarle las hojas.
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