El aura perdida

El umbral de la tentación… Al principio de 1999 el doctor Barnés vindicó los servicios que la UNAM prestaba al país y recordó los beneficios que por su conducto lograban las empresas, el gobierno, las familias y los estudiantes. Pidió corresponsabilidad en un momento de restricciones financieras y planteó un proyecto que integraba los requerimientos de la institución con la solidaridad de la sociedad y las convicciones éticas de los estudiantes. El argumento era plausible, pues todavía flotaba en el ambiente el intento de reducción presupuestal y la protesta de los rectores en la Cámara de Diputados. Pero para todo mundo era evidente que en realidad estaba en juego un símbolo, pues ni los más fervorosos defensores de las cuotas creían que el monto se recaudaría resolvería los problemas económicos de la Universidad. Llanamente, el rector Barnés suponía que la fruta de las cuotas estaba madura y se propuso cosecharla.