“Las esculturas son emisoras que hablan en mi nombre”. Javier Marín

Una horda de hombres y mujeres silenciosos se congregan en un estudio de paredes infinitas. Desafiando la ley de la gravedad, algunos parecen caminar sobre los muros, cuando en realidad están incrustados en ellos. Otros reposan sobre una mesa de trabajo. Estáticos, se mueven, yeso es evidente por las contorsiones de su cuerpo o la manera en que un viento inexistente alborota su cabello. Son las esculturas que habitan el estudio de Javier Marín, el lugar donde nacen y el punto de salida hacia otros espacios. Por ejemplo, alguna de sus exposiciones. Actualmente se puede ver su trabajo en el Museo Dolores Olmedo de Xochimilco, en el Museo de Arte Contemporáneo de Aguascalientes y pronto en la muestra de arte contemporáneo. De tres en tres, a inaugurarse el veinte de noviembre en Milán, Italia. Las piezas de Marín, que van de la pequeña escala a lo monumental, le han ganado reconocimiento a nivel mundial, además del Gran Premio de la Tercera Bienal Internacional de Arte en Beijing en julio pasado. Pese a ello, el michoacano se define como un ser retraído, al grado de que cuando tiene que asistir a los eventos en su honor, se queda sin voz.