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Me duele el alma

By: Summary: Hace unos días fui atacada por un hombre, probablemente de unos treinta años. Fue en el baño de mujeres de una estación de camiones. Estoy viva, viva para contarlo. Y lo he decidido contar porque me duele el cuerpo, los múltiples moretones que me causó con la golpiza cuando intenté evitar que me violara. Me duele la costilla fracturada y los golpes que me dio en la cabeza, me duele el sexo abusado, pero por sobre todas las cosas me duele el alma… Siempre me he considerado una mujer fuerte y hasta me atrevo a decir valiente, pero mi valentía no sirvió de nada, no pude evitar la violación, y guardo en la memoria los ojos con las pupilas dilatadas por alguna droga que consumió antes de atacarme, el hombre al que nunca denuncié. Es curioso, hace unos meses hice una carta para el gobernador de Quintana Roo, colectamos 2,500 firmas, en ella exigíamos el castigo más severo para los violadores. Pero esa tarde, no tuve la valentía de permitirle a un médico hombre que me hiciera las pruebas ginecológicas para levantar la denuncia, ni tampoco la tuve para explicarle a los policías hombres que están en la mesa de delitos sexuales lo que, me hizo, mi atacante. Ni tampoco permití que me tomaran fotos desnuda para mostrar las huellas de los golpes. Una vez en el hospital, no permití que me revisara un ginecólogo, cuando finalmente llegó a verme una doctora, llorando le expliqué que había sido violentamente violada, su tercera o cuarta pregunta fue ¿Y cómo ibas vestida? Después de no responder a esa pregunta salí del hospital, y me sentí más sola que nunca. En camino hacia casa de mis padres, recordé la pregunta que un policía le hizo a una amiga cuando fue violada por su marido en Cancún, ¿por dónde se la metió? y lloré durante todo el trayecto desde Querétaro hasta la ciudad de México. Lloré porque permití que me violaran para que no me mataran a golpes, lloré por las mujeres que se quedan calladas y no tienen a donde ir, por las niñas que aun no entienden lo que es la sexualidad y un hombre las viola. Lloré porque las mujeres que estuvieron conmigo no sabían qué hacer por mí, pero su actitud, estoy segura que sin darse cuenta, fue de miedo y un poco de desprecio.
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Hace unos días fui atacada por un hombre, probablemente de unos treinta años. Fue en el baño de mujeres de una estación de camiones. Estoy viva, viva para contarlo. Y lo he decidido contar porque me duele el cuerpo, los múltiples moretones que me causó con la golpiza cuando intenté evitar que me violara. Me duele la costilla fracturada y los golpes que me dio en la cabeza, me duele el sexo abusado, pero por sobre todas las cosas me duele el alma… Siempre me he considerado una mujer fuerte y hasta me atrevo a decir valiente, pero mi valentía no sirvió de nada, no pude evitar la violación, y guardo en la memoria los ojos con las pupilas dilatadas por alguna droga que consumió antes de atacarme, el hombre al que nunca denuncié. Es curioso, hace unos meses hice una carta para el gobernador de Quintana Roo, colectamos 2,500 firmas, en ella exigíamos el castigo más severo para los violadores. Pero esa tarde, no tuve la valentía de permitirle a un médico hombre que me hiciera las pruebas ginecológicas para levantar la denuncia, ni tampoco la tuve para explicarle a los policías hombres que están en la mesa de delitos sexuales lo que, me hizo, mi atacante. Ni tampoco permití que me tomaran fotos desnuda para mostrar las huellas de los golpes. Una vez en el hospital, no permití que me revisara un ginecólogo, cuando finalmente llegó a verme una doctora, llorando le expliqué que había sido violentamente violada, su tercera o cuarta pregunta fue ¿Y cómo ibas vestida? Después de no responder a esa pregunta salí del hospital, y me sentí más sola que nunca. En camino hacia casa de mis padres, recordé la pregunta que un policía le hizo a una amiga cuando fue violada por su marido en Cancún, ¿por dónde se la metió? y lloré durante todo el trayecto desde Querétaro hasta la ciudad de México. Lloré porque permití que me violaran para que no me mataran a golpes, lloré por las mujeres que se quedan calladas y no tienen a donde ir, por las niñas que aun no entienden lo que es la sexualidad y un hombre las viola. Lloré porque las mujeres que estuvieron conmigo no sabían qué hacer por mí, pero su actitud, estoy segura que sin darse cuenta, fue de miedo y un poco de desprecio.

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