Somnolencia de Foucault. Violencia sexual, consentimiento y poder
Summary: Hasta el buen Homero a veces dormita. Esta observación de Horacio también resulta válida para Michel Foucault. Durante una entrevista radiofónica con Guy Hocquenghem y Jean Danet, en 1978, el filósofo abandona su habitual vigilancia para pensar según el espíritu de la época, al unísono con sus interlocutores. En efecto, ante el nuevo control de la sexualidad que se establece en ese entonces, Foucault recusa la idea misma de una edad legal para el consentimiento sexual: De cualquier manera, no tiene mucho sentido que la ley fije una barrera de edad. Una vez más, podemos confiar en que el niño diga si sufrió o no un maltrato, Foucault, 1978, 776. El problema no consiste tanto en que, una generación después, nuestra sensibilidad moral y política, mejor informada sobre los peligros de la pedofilia, se vea ofendida por semejante falta de preocupación. Más bien, lo que nos sorprende es que, por una vez, el filósofo confíe en las evidencias de la sensatez, o más precisamente del sentido común, de los partidarios de la liberación sexual.Item type | Current library | Collection | Call number | Materials specified | Status | Date due | Barcode |
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Analítica | Biblioteca Legislativa | Hemeroteca | Available | 337364 |
Hasta el buen Homero a veces dormita. Esta observación de Horacio también resulta válida para Michel Foucault. Durante una entrevista radiofónica con Guy Hocquenghem y Jean Danet, en 1978, el filósofo abandona su habitual vigilancia para pensar según el espíritu de la época, al unísono con sus interlocutores. En efecto, ante el nuevo control de la sexualidad que se establece en ese entonces, Foucault recusa la idea misma de una edad legal para el consentimiento sexual: De cualquier manera, no tiene mucho sentido que la ley fije una barrera de edad. Una vez más, podemos confiar en que el niño diga si sufrió o no un maltrato, Foucault, 1978, 776. El problema no consiste tanto en que, una generación después, nuestra sensibilidad moral y política, mejor informada sobre los peligros de la pedofilia, se vea ofendida por semejante falta de preocupación. Más bien, lo que nos sorprende es que, por una vez, el filósofo confíe en las evidencias de la sensatez, o más precisamente del sentido común, de los partidarios de la liberación sexual.
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