La campaña presidencial como ritual político

Para los antropólogos, los rituales, o ritos, son secuencias cíclicas de conducta pautada, donde se despliegan los símbolos más importantes de una colectividad y se reafirman las jerarquías y los valores compartidos. Originalmente, el término se aplicó a ceremonias religiosas, pero hoy hablamos también de ritos familiares, comunitarios, deportivos, cívicos y políticos. Dentro de cualquiera de estos tipos, destacan los que Amold van Gennep llama, ritos de pasaje, que tienen como consecuencia el que algunos miembros de la colectividad cambien sus posiciones y papeles sociales, o también su rango dentro de la jerarquía. Todos hemos sido sujetos de algún rito de pasaje, el bautizo, la graduación, el matrimonio, la jubilación... En el ámbito político, un rito de pasaje de singular significación y trascendencia es el cambio de autoridad o liderazgo. A veces estos ritos se realizan de manera violenta. Así, en el ejemplo narrado por sir James Frazer al comienzo de La rama dorada, el sacerdote del santuario de Diana, junto al lago de Aricia, era asesinado por su sucesor. De modo similar, según sir Edward Evans-Pritchard, entre los nilóticos Chiluk el monarca saliente debía morir en una batalla provocada por el entrante. Hoy, en los países llamados modernos, al personaje que deja un cargo de autoridad se le suele asesinar sólo metafóricamente. Ahora bien: lo interesante es que en estos ritos políticos de sucesión cambian las personas, pero no suelen cambiar, o no se supone que cambien, los valores ni las estructuras jerárquicas.