En defensa de los mandarines

Compadezcamos al pobre mandarín en una democracia occidental moderna. En Inglaterra, el alto funcionario es objeto de burla; la idea de que el hombre de Whitehall puede saber qué hacer se considera, a lo largo del espectro político, un anacronismo absurdo. En Francia, se culpa a veces del estancamiento económico a la antaño poderosa anarchie, implicando que Francia estaría mejor bajo el liderazgo de los maestros en administración de empresas, al estilo estadounidense. En Estados Unidos, la palabra, mandarín, es sinónimo de abuso y está reservada a los miembros del una vez poderoso establishment del noreste de la nación... ¿Está el mandarinato democrático del Occidente moderno siguiendo los pasos de la versión china premoderna? Si es así, esto debería causar alarma, pues una de las principales razones por las que el experimento de la democracia en gran escala ha funcionado es que venía acompañada de la creación de un mandarinato moderno.