La fiesta indígena : lo profano de lo divino

Durante mucho tiempo nos hemos complacido en ver a la fiesta indígena como un fenómeno digno del folklor, la parte de esa cultura que expresa nuestro viejo sentido de lo pintoresco y nuestro inigualable culto a la tradición. Ira fiesta indígena ha terminado por ser así la presa predilecta de turistas, fotógrafos y aventureros que buscan en ella un espectáculo menos mítico que visual, más estético que semántico. Un objeto de la vista, de la curiosidad o del morbo, pero rara vez del análisis y de la comprensión. Demasiado interesados en su colorido, hemos visto tan sólo en ella la manifestación de un pueblo obsesivamente religioso, propenso al derroche y al bullicio e inexplicablemente fiel a su patrón. La fidelidad que los pueblos indígenas guardan hacia sus fiestas locales aparece entonces como un mecanismo de la costumbre, un residuo de la historia, casi una obstinación por mantener a flote esos ritos arcaicos e improductivos en una época tan ávida de modernidad y de producción.