Los sufrimientos de Puerto Esperanza
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Nunca había visto a nadie tan contento como a mi primo Liborio aquella mañana de julio. Llegó de la frontera "estrenando" un chevroletón que parecía más de tercera ue de segunda mano. Representaba a un comercio establecimiento y el automóvil estaba repleto de molinillos, relojes, trastos de cocina, cobijas, sábanas, toallas y muchísimas cosas más.
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