Jorge Cantú
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Fronteras 3, 10 (oto. 1998), 75-76Summary: Era el mes de enero cuando el poeta se despedía. Un ritmo de murmullos secretos rodeaban se alcoba, dormía en el silencio de los muros, atravesados por el ser de las palabras. Jorge, el poeta vital, el que deslumbraba con esa mirada aguda de observar y sentir el mundo. En él la vida se mexclaba de poesía y la poesía se empapaba de vida. Cualquier emoción, idea, estado de ánimo producía las imágenes, los poemas que contarían los misterios y confesarían amaneceres y plenitudes. Acontecer de verdads, de lucha sostenida para ir más allas de sí mismo, para desvelar el afuera y coinvertirse en aprendiz de las cosas y de los hombres, para descubrir ofrenda y fundación: creador de interiores, revelador de lo ajeno.
Era el mes de enero cuando el poeta se despedía. Un ritmo de murmullos secretos rodeaban se alcoba, dormía en el silencio de los muros, atravesados por el ser de las palabras. Jorge, el poeta vital, el que deslumbraba con esa mirada aguda de observar y sentir el mundo. En él la vida se mexclaba de poesía y la poesía se empapaba de vida. Cualquier emoción, idea, estado de ánimo producía las imágenes, los poemas que contarían los misterios y confesarían amaneceres y plenitudes. Acontecer de verdads, de lucha sostenida para ir más allas de sí mismo, para desvelar el afuera y coinvertirse en aprendiz de las cosas y de los hombres, para descubrir ofrenda y fundación: creador de interiores, revelador de lo ajeno.
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